La sede del CRMAHU, como tantas otras veces, tiene el aforo completo esta tarde de jueves en la que nos visitan personas relacionadas con la ciencia y la climatología.
Presenta la charla de hoy Luis Alonso, hombre inquieto y preocupado por diferentes aspectos sociales, un activista de la conciencia crítica; aspecto éste que, unido a la de la investigación científica, glosa en las dos oradoras que le acompañan.
Ana comienza mostrando una gráfica de temperaturas, ligándolo a la concentración de CO2 en la atmósfera y denunciando que, a pesar de la captación de dicho gas por efecto de la masa vegetal, parte del mismo ya no es captado.
También habla de la relación de estos gases, de efecto invernadero, con el aumento de temperatura en el planeta.Y sigue su intervención hablando de otros factores que afectan en el cambio climático, desde las corrientes marinas a las manchas solares, o la órbita terrestre alrededor del sol.
Lo diferente es ahora, la rapidez, explica Ana haciendo un balance de los cambios sucedidos en los últimos 400.000 años. No sólo es la cantidad de CO2, sino la rapidez del cambio que se produce. Y, además, se necesita introducir la especie humana en el modelo matemático para explicar este fenómeno.
Graciela habla de la necesidad de la memoria en este tema, ver el pasado para comprender el presente climático. Le preocupa que nos estamos acercando a un umbral de consecuencias no previstas, y, en ese sentido, le interesa el estudio de los límites del planeta para que sea un sistema seguro para la supervivencia de la especie humana. Puro egoísmo, si quiere entenderse así.
Fusión del hielo del océano ártico o la amenaza de afecciones graves en el bosque amazónico como ejemplo de los 15 puntos críticos para el planeta, en un proceso que se retroalimenta con un Atlántico Norte que se ha calentado 2 grados en los últimos 150 años, con eventos extremos más frecuentes. Impresionante las predicciones que realiza en función del posible aumento de temperaturas; predicciones que no son, en modo alguna, alarmistas y que la oradora entiende que, incluso, son muy prudentes. La sequía y su relación con la pérdida del volumen del alimentos, las sequías e inundaciones sucesivas y, en definitiva, la escasez de comida.
Como puntos a reflexionar alude a la ganadería intensiva y el aumento del regadío y su consumo de recursos naturales. Incide en la importancia, egoísta si se quiere, de tener ecosistemas reguladores que puedan garantizar el futuro. Menciona, hilándolo con lo anterior, del decrecimiento y la ecología del miedo.Insiste en la importancia de la biodiversidad y su mantenimiento; la biodiversidad, añade, es una parapeto, por ejemplo, para evitar la zoonosis.
"Rebelión científica" es una forma de luchar contra ese cambio climático, una voz que, desde el conocimiento, denuncia esta realidad. Socializamos la ecoansiedad individual, bromean.Y buscamos acciones a realizar para combatir este estado de cosas.
El debate es intenso: desde la rápida desaparición de especies animales, insectos y abejas, que expone un ciudadano que observa su huerto, hasta el proyecto de barrera verde en África, del cambio del PIB por el PFB (la F es felicidad) y su relación con un consumismo menor que aboga por potenciar otros factores de bienestar alejados del hiperconsumo, factores tales como un mundo de relaciones interpersonales rico, un gobierno mejor, etc ...
Las peticiones de Ana y Graciela, como parte de Rebelión científica, son:
1.- Justicia climática
2.- Verdad
3.- Actuaciones ahora
4.- Modelo de gobernanza que permita intervenir a la ciudadanía
La charla termina con la mención de algún científico negacionista, de la extrañeza por la voz que se les da y de las posibles razones ocultas de ese proceder.
FINAL:
Ana Moreno es paleoclimatóloga. Actualmente trabaja como investigadora en el Instituro Pirenaico de Ecología CSIC, en Zaragoza.
Graciela Gill-Romera es ecóloga. Actualmente trabaja como investigadora en el Instituto Pirenaico de Ecología CSIC, en Zaragoza.
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