Convocadas por el CRMAHU, alrededor de cuarenta personas acuden a acompañar el sobrio acto con el que la asociación republicana oscense recuerda, homenajea y pretende no se olvide la aciaga fecha.
El primer orador narra los sucesos: Es domingo y rugen los aviones republicanos, la población aún no está preparada para una larga guerra, no hay refugios y cada uno se mete dónde puede. Muchos oscenses están en misa cuando descargan los aviones. Dos muertos, Ramona Gago, ama de casa, y Martín Larrosa, maestro nacional, enrolado en la Cruz Roja y de servicio en el Hospital.
Veinte minutos después del bombardeo, la falange sale con su jefe a la cabeza, Acción Ciudadana desfila tras ellos, los curas alientan en las misas y en las calles a las masas con exigencia de represalias y venganza.
En medio del terror la gente se lanza a la calle. El trayecto va hasta el Gobierno Militar, en la calle Zaragoza, donde radica el único poder y donde el coronel Luis Soláns Lavedán, natural de Albalate de Cinca, primer militar sublevado en Melilla el 17 de Julio, espera a la masa para enfervorizarla con un discurso brutal.
Comenzó su discurso felicitando a los oscenses que por fin habían dado el paso de unirse a los militares sublevados con los que ya vibraban al unísono. Dijo también que no sería perezoso en la aplicación de la justicia a los causantes del desastre nacional. Para terminar, tuvo para las señoras de Huesca las más encendidas frases de elogio por su fortaleza y decisión al encontrarlas en la manifestación. Pasó a condenar las doctrinas de la Pasionaria que aconsejaba tener hijos, pero no maridos, dando un viva a la mujer oscense, valiente y honrada, que fue clamorosa y unánimemente contestado por la inmensa muchedumbre estacionada ante los balcones de la Comandancia militar.
Durante todo el día, en la cárcel provincial y en la habilitada en la antigua universidad Sertoriana, los asesinos estaban acumulando a las 96 víctimas. La dirección de la cárcel, por orden de la Comandancia militar, procedía a dejarlos en libertad para que un grupo de oscenses se los llevara maniatados en camionetas y coches. Los manifestantes miraban atónitos a las personas encarceladas puestas en libertad. Algunas damas de la buena y alta sociedad increpaban con saña a las mujeres que iban camino de la muerte, desde sus balcones de sus casas.
Terminada la primera intervención, se seguirá con la lectura de la biografía del victimario Luis Soláns y de las seis mujeres víctimas en esa fecha. Un micrófono abierto y la lectura de los nombres del casi centenar de personas asesinadas ese día componen el final de este acto, acto que el CRMAHU lleva realizando desde hace más de una década.