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miércoles, 24 de agosto de 2016

23 Agosto.- Inauguración segundo memorial asesinatos en Huesca (Entrada III)

Luis Arduña Lapetra, edil de Cambiar Huesca y diputado en la DPH, pública en el Diario del AltoAragón de fecha de hoy la siguiente columna de opinión:


Memoria democrática para construir el futuro

HACE ochenta años, las tapias del cementerio se convirtieron en patíbulos en los que fueron ajusticiados varios centenares de oscenses. Lo fueron por pensar diferente, por mantenerse fieles a la legalidad republicana instaurada en aquella primavera luminosa de 1931. Y durante muchos años más fueron muriendo por no conformarse. La violencia se convirtió, de esta forma, en la espina dorsal sobre la que se construyó un Estado totalitario, una Dictadura sin piedad, una sociedad atemorizada.
Tratar de desconocer esta realidad histórica, querer minimizar lo ocurrido hace tantos años, pero con testigos y víctimas que aún reclaman reparación y justicia, no es admisible en una sociedad que defiende la democracia como modelo de convivencia. De hecho, para poder decir que esa sociedad es auténticamente democrática, es preciso reconocer y recordar a quienes se convirtieron en ejemplo.
Por eso, hoy, ochenta años después, los nombres de quienes fueron asesinados son los hitos que nos marcan el camino a seguir, que nos dan el impulso necesario para construir nuestro futuro como colectivo. Porque nadie debería equivocarse: el homenaje que se les tributa hoy merced a la iniciativa de un colectivo de ciudadanos y de la CNT, como lo fue el institucional del pasado día 3 a los alcaldes y concejales asesinados, no es un acto de nostálgicos; es la expresión de una ciudadanía convencida de que juntos y juntas debemos trabajar por un mundo diferente, que ofrezca un futuro común e integrador a todos los seres humanos, con independencia de su color, de su origen, de sus creencias, de su sexo y su sexualidad. Un mundo en el que la solidaridad, la fraternidad y la sororidad, la justicia social, la libertad… no sean conceptos vacíos sino el ejercicio cotidiano de la convivencia pacífica de una sociedad que conoce y aprende de su pasado.
Los que murieron aquel fatídico 23 de agosto de 1936, como quienes lo hicieron antes y después bajo las balas facciosas, forman parte ya de la Historia, pero son (tendrían que ser), también, nuestra memoria democrática, las raíces sobre las que asentar nuestro presente y afrontar nuestro futuro. Son la constatación dramática de que nada se regala, de que es preciso defender todas y cada una de las conquistas que ellos y quienes les siguieron supieron arrancar a costa, incluso, de la propia vida; y de las que hemos de lograr para nuestros descendientes. Son el recordatorio de que no vale de nada desear algo si no luchamos por ello y de que aun así no es seguro que se consiga; pero solo de esa forma podremos decir que hemos vivido con la dignidad debida.
Sus nombres escritos en el muro contra el que los alinearon y los acribillaron nos dicen que el destino no está determinado, que lo trazamos los hombres y las mujeres con nuestros afanes, con nuestro esfuerzo, con nuestras ideas. No hemos de tener miedo a enfrentarnos a nada, aunque individualmente parezca atenazarnos: ellos se enfrentaron y, por eso, murieron. Pero hoy, ochenta años después, les hemos recordado y reivindicado, a ellos y a ellas, a las víctimas del odio; y, haciéndolo, al mismo tiempo, hemos condenado también a sus verdugos.
Ojalá no hubiéramos tenido que recordarlos asesinados. Pero aprendamos de ellos y, para que no vuelva a suceder, trabajemos todos juntos y todas juntas para que no haya sitio nunca más para la violencia y el exterminio. Y, cuidado, no pensemos que esto no puede volver a pasar, porque el discurso xenófobo, excluyente y violento de la extrema derecha crece en Europa precisamente porque nos estamos olvidando de que la democracia es, justamente, diálogo, respeto e implicación de todos y cada uno de nosotros y nosotras. Y si nadie sobra, por favor, que nadie falte a su cita: su esfuerzo también contribuye a construir nuestro futuro compartido.


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