Nosotros, Malur, a lo nuestro.

Hoy hemos despedido a Malur.

En el cementerio de Huesca, en unas dependencias habilitadas con cariño y profesionalidad por los amigos que prestan servicio en ese lugar. En unas dependencias que, habiéndose dignificado ya por el hecho de acoger el acto de despedida de Malur, son provisionales ya que, a pesar de múltiples esfuerzos varios, no ha habilitado aún el ayuntamiento un definitivo espacio laico y público donde las personas puedan ser despedidas de manera acorde a su manera de pensar y vivir. Y de esta exigencia incumplida hace muchos años ya.

El espacio, decente por la labor de los trabajadores del cementerio, digno por la mera presencia del cuerpo de Malur y forjado en el dolor de quienes hemos ido a despedirla, no ha sido suficiente para contener al número de personas que han acudido a su último llamado. Gentes abarrotando el local, ocupando la totalidad del espacio cubierto exterior y prácticamente a la intemperie.

Como si Malur hubiese querido irse recordándonos que aún falta mucho por hacer y haciéndonos el postrero regalo de convertir su despedida en un supremo acto de reivindicación laica, de orgullo republicano y coherencia de vida. De manera discreta, desde un importantísimo y vital segundo plano; desde la sonrisa agridulce que fue su seña de identidad.

Quien muere reconfortado por el cariño y afecto de quienes han compartido vida (y no siente la necesidad, ni el apego, ni el deseo de añadir a ello otras reiteradas fórmulas expresivas que le son ajenas y hacen mención a bendiciones o auxilios espirituales extraños) debe tener el derecho a despedirse como ha vivido: a su manera.

Malur lo ha tenido.

Y es que nosotros, Malur, a lo nuestro. Capitaneados por Toño, tu Toño, el hombre de las mil ocurrencias, de los mil proyectos que, ya lo sabes, sólo abandona una vez que los hace compartida realidad.

Y es que nosotros, Malur, a lo nuestro. Fijando metas, conquistando corazones y, sobre todo, mentes. A nuestro paso, a nuestro trote, cabalgando a nuestra, ora pausada ora frenética, manera. Aunque nuestro cabalgar haga ladrar a algúno; o azuzar mulos...