Artículo publicado en EL JUEVES. Último artículo de este autor que, junto a otros, anunció que dejaba la citada revista por la no publicación de la portada original del número de esta semana.
Dice así:
Aunque nos esperan muchos días de homenaje, reportajes hagiográficos, álbumes con sus grandes éxitos, peloteo juancarlista y tertulianos con el espinazo doblado, no nos engañemos: nadie tiene nada que agradecer a Juan Carlos de Borbón.
Dice así:
Aunque nos esperan muchos días de homenaje, reportajes hagiográficos, álbumes con sus grandes éxitos, peloteo juancarlista y tertulianos con el espinazo doblado, no nos engañemos: nadie tiene nada que agradecer a Juan Carlos de Borbón.
Él, que quería irse a lo grande, quedar para la historia como un personaje admirado, recibir el cariño popular en su despedida, ingresar con letra dorada en los libros de Historia, se va por la puerta pequeña: con una comparecencia imprevista de Rajoy, en una semana de convulsión política tras las europeas, con un mensaje oficial pregrabado y tan gris como ha sido su reinado.
Se va antes de que lo echen. Se va porque ya no tiene sentido esperar a que los problemas se despejen y pueda irse por las buenas: con su hija en el banquillo, con sus escándalos propios que no terminan, con la valoración ciudadana por los suelos.
Se va antes de que le impidan entregar la corona a su hijo: el hundimiento del PP y PSOE en las europeas, y el ascenso de la izquierda, ha acelerado la descomposición del sistema. Nadie se atreve a esperar un año para el relevo. ¿Y si la izquierda da la campanada en las municipales? ¿Y si el PP y PSOE siguen hundiéndose hasta las generales? Ahora que tienen mayoría absoluta del PP y lealtad del PSOE, ahora que controlan las instituciones y pueden hacerle una ley sucesoria a medida (que garantice la continuidad, pero también su impunidad judicial una vez retirado), ahora que todavía pueden controlar lostiempos, han acelerado la abdicación, no sea que luego sea demasiado tarde.
Insisto: pese al despliegue cortesano de estos días, no se lo crean. Nadie le debe agradecimiento.
La herencia que deja es esta descomposición, este sistema fallido del que ha sido artífice desde que tomó el trono de manos del franquismo.
Los leales, monárquicos y juancarlistas, no le agradecerán nada. La crisis de la corona, de la que sólo son responsables él y su familia a golpe de escándalos, ha hecho más insostenible la crisis institucional. Si el rey era “el garante”, su pérdida de crédito daba el tiro de gracia al régimen del 78, que ahora intentarán refundar en plan “Segunda Transición”.
Los ciudadanos tampoco le debemos nada. Cuarenta años riéndole las gracias,
alimentando a una familia que no dejaba de crecer (y de gastar), tapándole las miserias (hasta que fueron tan grandes que no había con que taparlas). Cuarenta años agradeciéndole que nos trajo la democracia, venció a los golpistas el 23 F, fue nuestro mejor embajador en el extranjero..., hasta que nos dimos cuenta de que no, que era todo un espejismo, que el rey estaba desnudo.
Ni su hijo tiene motivos para darle las gracias a su padre en esta momento decisivo. Las tensiones dentro de la familia han ido en aumento, con Felipe de Borbón cada vez más distanciado de su padre. Normal: ha estado a punto de joderle el futuro laboral, de dejarle sin corona. El desgaste de la monarquía, que en los últimos meses había tocado fondo, se lo pone muy difícil a Felipe, por mucho que la prensa pelota lleve años vendiéndonos la imagen del rey
joven, moderno, preparado, buenrollista, que va a conciertos de rock con su plebeya mujer.
Su padre le deja como herencia una corona hecha jirones, sucia, desgastada, podrida. “Ahí tienes el regalito, ahora póntela”
Hasta nunca Juan Carlos. Y a ti no te esperamos, Felipe.
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