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Bienvenidos/as al blog del CRMAHU .- Círculo Republicano "Manolín Abad" de HUESCA

miércoles, 20 de agosto de 2025

Jaime, nuestro amigo Jaime, ha fallecido hace escasas horas.


Su esposa, Arantxa nos lo ha comunicado en unas breves líneas a las 0:40 horas, resaltando que se ha ido en paz y acompañado de toda su familia, aunque sin haber conseguido el objetivo de encontrar los restos de su padre.

A Jaime y Arantxa los conocí hace ya casi dos décadas. Como a otras tantas personas que tanto están significando para mi hijo y para mí en estos últimos tiempos, fue en el entorno emotivo y humano de la parcela libre del cementerio municipal de Huesca, en un acto de homenaje a nuestro siempre recordado Manuel Benito Moliner. En dicho acto, mientras Arantxa reflexionaba en alto acerca de Manolo, la figura de Jaime permanecía estática y en su rostro, sereno y triste, se adivinaba una emoción contenida con la firmeza de quien ha conocido todas las facetas del horror.

Y es que Jaime (Jaime Plá Bretos) nunca conoció a su padre, José Plá Romero. Porque, nacido Jaime el 26 de julio de 1937 en Loporzano, su padre es detenido el 7 de abril de 1938 en la misma localidad junto a una decena de personas más. Y desapareció dos días después. Nunca pudo recibir la manta que había solicitado a la familia y, ésta, recibió su estilográfica y una cartera de mano, a falta de noticias sobre su destino y paradero. La familia , por fuentes testimoniales de un compañero de detención de José Plá, fechan su asesinato el 9 de abril de 1938; y, la causa, palizas y atrocidades.

Apenas un mes más tarde, es detenida en dos ocasiones, y con un lapso de días entre una detención y otra, la madre de Jaime, María Bretos Montaner por "roja" según consta en el parte de ingreso en prisión. Tal circunstancia provocó el éxodo de la familia a la capital oscense y el calvario diario de llevar al pequeño Jaime a prisión, varias veces al día, para ser amamantado. Cada vez que eso ocurría era desnudado y revisado por si pudiera llevar oculto algún mensaje. Esto duró hasta que optaron por encarcelar al bebé junto a su madre y evitarse así la molestia.

Esta situación duró hasta el 8 de agosto de 1938, en la que madre e hijo fueron "puestos en libertad". Tan sólo para conocer de la imposibilidad de sobrevivir en una Huesca plagada de falangistas que hacían escarnio de su situación y cuyas provocaciones eran cotidianas.

Un nuevo exilio interior esperaba a Jaime y familia. Esta vez en Zaragoza donde fue escolarizado en los Escolapios, en condiciones de discriminación. De esa etapa recuerda con especial amargura la experiencia de quedar privado injustamente de un juguete, un barquito de vela, porque "para él no había juguetes". Tenía ocho años.

El trabajo de la madre, en condiciones precarias, lo sacó adelante, si bien a los trece años ya comenzó a trabajar. María Bretos muere tempranamente, a los 38 años, tras una durísima vida y como ejemplo claro del sufrimiento compartido por tantas mujeres "de rojo".

No acaba aquí el encarnizamiento del sistema con Jaime. Cumpliendo el servicio militar, consigue el empleo de cabo, pero es inmediatamente degradado al conocerse por el estamento militar los antecedentes de sus padres. Y, como última muestra de la persecución a los hijos de los vencidos, las reticencias que pone la iglesia de Loporzano (estamos hablando de 1964) para facilitarle la fé de bautismo, documento imprescindible en aquella época para contraer matrimonio.

Este es el testimonio que recoge el libro "Nunca hemos oído pedir perdón", editado por el CRMAHU y producto de las investigaciones de Toño Moliner. Este es el testimonio de un orgulloso hijo de José y María; de un "vencido" que nunca se rindió y que se nos ha ido entre el afecto y admiración de quienes le conocimos.

El nombre de su padre, cuyos restos no hemos  encontrado aún, figura en una de las cuatro placas que llenan de sentido el Memorial 545 de Huesca. Y, junto a él, la presencia de su hijo Jaime que con tanta firmeza y dignidad ha pasado por esta tierra. Al componente familiar nuestro dolor solidario, nuestro afecto más profundo y nuestro compromiso por mantener viva su memoria y la de tantos otros.

¡Que la tierra te sea leve, Jaime!

¡Hasta la victoria siempre! 

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