Desconozco el nombre de la sombrerería que, sita en la calle Montera 6 de Madrid, anunciaba su producto con el oportunista slogan "los rojos no usaban sombrero". Lo cierto es que hoy debieran cambiarlo por muchos motivos; uno de ellos, la imagen que luce el conferenciante de esta tarde, con un sombrero (de estilo diferente al que se llevaba en la posguerra, eso sí) que corona (¡perdón!) una cabeza poblada de ideas que, de expresarlas, le hubieran condenado en la época al fuego terrenal y al eterno. Sin posibilidad de apelación.
Un discurso, el de Ramón, en el que sin ataque alguno a las creencias personales (que cada cual haga con su dinero lo que quiera; pero no con el mío) ataca de una manera inmisericorde (como no podía ser de otro modo) el permanente expolio económico, cultural y social que la iglesia católica ha perpetrado sobre la sociedad española. Y el modo medroso, cuando no cómplice, de los poderes públicos para con ello. Vayamos por partes.
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