Desde el “todo queda atado y bien atado” hasta la reciente condena del juez Baltasar Garzón han pasado 36 años, sí treinta y seis, y parece que fue, por lo visto, ayer. Y para entonces llevábamos ya 40 años de dictadura.
Esperamos, algunos, como agua de mayo la desclasificación documental de tiempos pretéritos que no lo son tanto en realidad. Y no sólo me refiero a las cuentas claras de los, ahora tan puestos de moda por Urdangarín, ingresos de la corona –de TODOS los ingresos- sino también a lo referente al “23 F” (hace ya casi 31 años) al GAL e incluso a los acuerdos, tácitos o expresos que los partidos y fuerzas políticas que consagraron nuestra “ejemplar” transición democrática y a los policiales y militares, entre otros. Vitoria, Montejurra, Julián Grimau, Salvador Puig Antich... Por no hablar de los “juicios” y sumarios contra los republicanos una vez acabada la Guerra Civil.
Por los últimos acontecimientos judiciales sufridos, que nos están haciendo sonrojar en todo el mundo civilizado, y por las declaraciones expresas de ministros en España y “of the record” en Europa, estamos en condiciones de afirmar que estamos inmersos en un proceso involutivo en lo social y en lo público que no se había visto en ninguna de las crisis anteriores desde la muerte de Franco. Y que se corresponde, además de con el mismo proceso en Europa, con el auge de los sectores más reaccionarios de la política, de la economía y de la iglesia.
Y qué decir de la reciente “suplantación democrática” de los mercados de estamentos políticos y gobiernos...
Y no me extraña nada, pues asistimos con estupor a las celebraciones del bicentenario de “La Pepa” (cosa que está bien reconocer aunque sea después de 200 años) aun cuando no se ha reconocido siquiera el gran avance que supuso la promulgación Constitución de La II República. Ni el reconocimiento de la dictadura de Franco como tal. Eso sí, Manuel Fraga, ese diplodocus del franquismo, ejemplo de demócrata de toda la vida.
Habrá que esperar, supongo, 130 años más.
Contrasta toda esta desmemoria y demora para algunas cosas y casos con la celeridad que han tenido en juzgar al juez Garzón, que lo ha sido incluso antes que los presuntos corruptos declarados “no culpables” a los que estaba investigando.
Aun no reconociéndome como fan sin condiciones de la superestrella no dejo de ver en esa sentencia un ajuste de cuentas para escarnio y ejemplo de futuros abogados y jueces que a partir de ahora se pensarán dos veces “reabrir heridas” o poner en cuestión la ley de amnistía por ejemplo. Porque no nos engañan. El juez díscolo no sólo se atrevió a juzgar la dictadura de Pinochet sino que se hizo eco de las reivindicaciones de los familiares de muertos y desaparecidos durante la dictadura de Franco. ¡Y eso si que no!
Por acción u omisión, los responsables políticos de turno no han sido capaces, o no han querido, apuntalar una deficiente democracia que hace aguas encallando en los riscos de la corrupción y los intereses económicos y políticos más retrógrados de nuestra sociedad. Y hemos perdido un gran oportunidad que nos hace retroceder más de una generación.
Pasar página sí, pero habiendo leído siempre la página anterior. Y tomado nota.
Y es que se veía venir y algunos no creíamos que fuera posible.
Carlos Escartín Otín
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viernes, 10 de febrero de 2012
Crónica de una involución anunciada. Todo apuntaba hacia ella y no quisimos verlo.
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