Martin Arnal comienza agradeciendo a todos los presentes, Círculo y CNT, trabajadores del Parque y técnicos, sus esfuerzos para haber hecho realidad este proyecto. Martín Arnal que emociona a los que, absortos, le escuchamos cuando recuerda a su madre que lloraba a escondidas en el rincón más solitario de su casa y que, preguntada por la razón de su llanto, lo achacaba a un inexistente dolor de muelas; ella que conservaba un sólo diente y que, en su angustia, mandaba a alguno de sus hijos que se asomaran a la carretera por si veían venir las figuras de aquellos que jamás volvieron. Martín Arnal que nos relata que él es como su hermano Román, cuya foto vestido de soldado y sujetando un fusil con la bayoneta calada hemos podido observar en la exposición; un hombre incapaz de matar una mosca pero que han conocido la violencia extrema del fascismo.
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