"... que conspire o haga armas contra la República naciente ..."
Sin más armas que un periódico, unas banderas y unos instrumentos musicales, la tropilla tricolor (como cariñosamente la designa la escritora Victoria Trigo) ahoga bostezos entre los asientos del autocar y se esfuerza por mantener los ojos abiertos, intentando ver a través de la niebla que cubre la carretera (llena de jirones, rotos y abandonos) que asciende hasta el escenario inicial del drama épico que rememoramos. Tiempo desapacible pero, sin duda, mucho más llevadero que el gélido diciembre de 1930. [...]
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